domingo, 24 de mayo de 2009

Guría, un regalo para la comunidad vasca.

Habíamos buscado otros restaurantes en el centro (todo cerrado) y terminamos por estacionarnos en Don Peyo, pero el destino quiso que estuviera repleto y que el administrador estuviese más pendiente de cobrar las cuentas que asignarnos una mesa; así que... cruzamos la calle, y nos detuvimos frente a una sobria puerta con un letrero de Ballantine's.
Cuando decidimos entrar, nos abrió la puerta el que creo pudo haber sido uno de los 3 hermanos y dueños del lugar. Rubio y con una sonrisa contagiosa nos invitó rápidamente a subir al segundo piso /sector no fumadores y me ofreció de inmediato una silla para mi baby (lo que se agradece).
Después de 3 pequeñas escaleras con sus descansos llegamos a un piso muy bien iluminado, sobrio, sencillo y acogedor.
Las mesas con manteles claros y sobre carpetas, sillas de madera con cuero, muy cómodas.
Nos ofrecieron una mesa esquina al lado de una ventana, y aunque estábamos bajo un parlante, la música estaba OK y el volumen no nos molestó en nada.
Al centro de la mesa había un tríptico que ofrecía vinos por copas (con sus precios) lo que me hizo pensar que era esa la única modalidad ya que después no me ofrecieron la carta de vinos.
El garzón con excelente presencia, vestido de pantalón y mandil negro, fue muy  rápido en la atención y para poder pensar en paz mirando a carta le pedimos que trajera primero el helado de vainilla para Amelia. Ojo señores garzones porque al igual como sucedió esta vez, cada vez que les pido helado para mi hija de 2 años lo traen en una copa laaaaarga y de vidrio, la cual siempre devolveré para que me lo traigan en un envase menor.
La oferta de la carta no era excesivamente  amplia pero sí precisa y muy bien buscada.
 
Javier pidió Osobuco Guría, un plato nuevo que le recomendó el Garzón, y yo con mi clásica dieta pedí Ensalada de Pollo Crocante.
Solicité la carta de vinos (la que sí existía y me trajeron) pero me quedé con la oferta de vino por copas, también me dejé guiar por nuestro servicial mozo y pedí un J.Bouchon Cabernet Sauvignon. 
El Osobuco estaba en cocción a punto (aunque estaba más cocido en una punta que en la otra), tan blanda como para cortar con el tenedor, y guisado en salsa de vino tinto con mix de champiñones y tomate confitados, los que proporcionaban un suave sabor dulce en el paladar. Fue imposible no mezclar esta salsa con el arroz blanco que acompaña a esta novedad en el Guría.
La ensalada era muy grande (al menos, para mí) y tenía lechuga en exceso (de dos tipos: escarola e hidropónica). Extrañé el ajo en este plato pero me devoré el pollo crocante aunque no encontré diferencias entre este pollo y el de otros lugares.
No comimos postres, aunque tampoco nos los ofrecieron, pero sí tomamos café y agua de hierbas. El café (manchado) debía ser expreso y con una gota de leche pero traía adicional sabor a chocolate.
El agüita fue ofrecida en una caja llena de variedades (en sobre) pecó de no traer sacarina pero en cuanto la solicité el garzón me la virtió en la tasa (aunque  hubiese preferido que no lo hiciera y así disponer a mi antojo de ella.)
Toda la carta tenía un origen mediterráneo y se lucía con platos vascos (no hay paella) como los boquerones; ofrecía 5 cervezas internacionales, tragos como la sangría y en postres destaco la leche frita. 
La cuenta no tardó en llegar y grata sorpresa, descuentos por El Mercurio la dejó en poco más de 13 mil pesos lo que nos dejó ampliamente contentos y con muchas ganas de volver.
Da gusto encontrarse con gente amable, servicial y pro activa a la hora de recomendar platos y acomodaciones.
Un lugar muy agradable y la comida deliciosa para compartir en familia ó con los amigos.