domingo, 12 de julio de 2009

PLAYBACK + TEJAZO SUCKS!!!!

Una noche.
Todo lo que pedíamos como pareja, seres humanos, trabajólicos, atropellados por la crisis y el cansancio, era una noche de relajo para pololear y tomarnos un traguito.
Nuestra hija menor estaba enferma así que decidimos ir cerca de casa por si teníamos que volver rápido, tomamos un taxi y nos fuimos al Boulevard del Parque Arauco: BBB y tendríamos dónde elegir.
En primer lugar, no sé si habrá sido la crisis económica pero no volaba un alma, penaban los espíritus de las moscas en el lugar que en otra época no cabía un alfiler a esa hora.
El único lugar que tenía música era el Playback, so, decidimos entrar. Lo primero que me llamó la atención es que adentro se celebraba un cumpleaños de una niñita que debe haber cumplido a lo máximo 15 años (digo que me llama la atención porque, señores abogados, no sé si puede estar un grupo de 20 niñitos menores de edad celebrando en un pub donde se vende alcohol libremente).
Avanzamos y a mano izquierda había un grupo de sillones negros donde una pareja sufría de pobreza: no le alcanzaba la plata para ir a un motel pero le hacían bastante empeño arriba de los sofás del local, así que entonces decidimos subir al segundo piso.
Cinco mesas en la más plena oscuridad y una pareja tomándose fotos (¿?), una persona del local nos invitó a bajar para que estuviéramos mejor "atendidos".
Ok, Ok, Ok, hagámosle caso al señor del local y volvamos al principio; así nos sentamos a dos mesas de la entrada, al lado del grupo infantil que carreteaba en un cumpleaños.
Nos trajeron una carta arrugada como un acordeón y yo pedí un cenicero: "Va a tener que ser un platito no más porque aquí la gente fuma mucho y no nos quedan ceniceros". ¿Qué? En efecto, me trajo un platito de café para que botara las cenizas.
Hojeamos la carta-acordeón y nos decidimos por un Absolut Pepper, una Kunstmann Lager y una Tabla Fusión (camarones salteados, sashimi fresco, ceviche mixto, jamón, rollitos de salmón con queso crema y aceitunas).
"¿Pepper? No hay, sólo Blue" Odio que pongan en la carta "Absolut Sabores" Les informo caballeros de la barra que Blue no es ningún sabor en especial en vodka. Ok, tráigame entonces Smirnoff.
"¿Kunstmann? (en la carta aparecían 5 tipos de Kunstman, Budweiser, Austral Calafate Cristal, Heineken y 2 tipos de schop Heineken). "No, nos queda sólo Heineken". Ok, entonces tráigamen un Schop de Heineken en 350 cc. "No tenemos. En cerveza sólo nos queda Heineken en botella"
Plop! Ehm... Ok, tráigame una.
Y una tabla Fusión por favor. "¡Ok!"
¡Al fin! Le habíamos apuntado a algo que sí aparecía en la tabla acordeón y que sí estaba en el local. Pero pasaron 3 minutos y apareció Don Garzón de vuelta:
"Miren, le tenemos una oferta que les conviene harto: la misma Tabla Fusión, pero en vez de productos del mar, queso y aceitunas; con carne de cerdo, empanadas fritas, papas fritas, cebolla frita y choricillos". La verdad señor, es que si hubiese querido ir a comer un plato así me hubiese ido a "El Hoyo" así que No, gracias, tráigame de nuevo la carta.
Buscamos una alternativa mas fácil para el Señor Chef, la carta ofrecía 5 distintos tipos de sandwich: Elvis Burguer, Fast Love, Volare (en pan pita), Churrasco My Way y Bacon Cheese Burguer
Pedimos la última (hamburguesa casera de 250 Grs. en pan frica con sésamo, queso, tocino crocante, cebolla morada, tomate, pepinillo y papas fritas):
"No nos quedan"
Tráigame entonces un Churrasco My Way"
"Tampoco. Sólo nos queda una: Elvis Burguer".
Ok, no traiga nada, sólo los tragos.
Cuando pensábamos que la pesadilla de tener que pasar por la carta-acordeón había terminado, se sube un guataca a cantar Elvis Presley pero al estilo ALF. Puaj! Y luego un hombre le canta una canción de Miguel Bosé a su invitada con ventaja: "Amiga" ¿Quién le puede cantar eso a alguien en público? Qué humillación.
Pidamos la cuenta y vámonos. Señores, tengo descuento por Zona Entel PCS.
"Ah, no, eso es sólo para comidas" Ok, no se preocupe, pago con Visa.
"Es que ¿sabe? Se me hechó a perder la máquina para pasar las tarjetas"
Tome 10 lucas, tráigame el vuelto, y le juro que esto mañana aparece en mi blog.
"Juajuajuajua"
De verdad, no recuerdo haberle contado un chiste como para que se riera tanto Don Garzón.
Mi marido buen humor salió del local y me ofreció irnos a otro lado, teníamos que pasarlo bien, sonreír, reír, disfrutar.
Vámonos al Tejazo. Pero el taxista del demonio se equivocó, o yo me expresé mal, y en vez de llevarme al Tejazo de Apoquindo, me llevó al de Américo Vespucio.
Y adivinen, también lo había atacado la crisis: ya no estaban los plasmas con los videos, habían desaparecido los cómodos sofás de cuero, y quedaban puras sillas y mesas al más puro estilo del mítico "Salmón Alegre".
No importa, no están los sofás, ahora sí no quedamos en el segundo piso.
¿Tiene Absolut Pepper?". "No, pero mire, le ofrezco una promo de 2 cortitos de Smirnoff a $3.900, y viene con bebida" Ok, tráigamela. Javier pidió Nachos con Guacamole.
¿Les hago el cuento corto? El Guacamole no tenía ajo (nos ofrecieron salsa de ajo a parte cuando preguntamos pero el ingrediente) y la "promo" no existía y nos cobraron como 4 Absolut, y del Pepper. La garzona que nos había atendido en un principio dijo: "Pero es que yo pensé que usted quería Absolut"
"Pero a mí me dijeron que no tenían Absolut Pepper, sino encantada me lo tomo pero no me lo toméeeeeeeeeeeeeeeeee".
Basta de humillaciones. Tomen la plata, métansela por donde mejor les quepa, no vuelvo más.
PLAYBACK Y TEJAZO SUCKS!

domingo, 31 de mayo de 2009

HÄNSEL Y GRETEL

Congelada y aburrida de la rutina de la súper rutina, apática y muerta de sueño manejé por la Kennedy para refugiarme en un rincón al que mi abuelo me solía llevar cuando comenzaba mi primera y tierna infancia.
Cuando compraron esta casa en 1960, el Arrayán era un pueblito y los jardines un bosque que la rodeaban; fue entonces que Gustav Wisser y su esposa Josefina Meyer decidieron convertirla en un café alemán y  llamarla "Hänsel y Gretel".
Han pasado generaciones completas que, como yo, traen a sus hijos a sentir un poco de la felicidad que sintieron en antaño, y los recuerdos vuelven frescos a la retina porque los juegos infantiles y las mesas en la terraza parecen ser los mismos, las sillas y los manteles, la decoración sencilla y acogedora es la misma; lo que no es tan bueno es que los garzones también parecen ser los mismos. ¿Y por qué no es tan bueno? En muchos lugares el personal ya es parte del mobiliario pero eso dificulta la atención al público porque tienen sus clientes favoritos,  y a gente como yo, que va una vez al año, no la reconocen (y  no tendrían por qué) entonces me entregan la carta 30 minutos después.
Yo había decidido estar en la terraza (sí, sí, siempre al revés de los cristianos, como decía mi abuelita) pero es que de verdad quería ver a mi hija columpiándose en el mismo asiento de fierro que alguna vez lo hice yo (ya sé, entiendo que es muy probable que lo hayan renovado pero déjenme creer que sigue igual) y como hacía frío, sólo dos parejas más con sus hijos nos acompañaban y el resto de los viejitos estaba  adentro al lado de la calefacción.
Entonces, como la mayor parte del público estaba en el salón, a nosotros nos atendieron con bastante demora. 
La carta me molestó un poco ya que estaba preparada para pagar un precio alto pero por un té que cumpliera mis expectativas; sin embargo sólo había café con leche (y no cortado) a $960 y un par de tostadas (sí, un par, dos tostadas) con palta costaban nada más y nada menos que $2.200. Caro, para mi gusto, caro, si lo sumamos a una porción de galletas que pedí para mi hija Amelia costaron también $2.200 y venían 4 galletas: dos obleas y dos galletas redondas con un poco de chocolate. Excesivamente caro. El trozo de pastel más barato cuesta $1.990 y una once completa vale $5.500 por persona (incluye: té ó café ó  chocolate + porción de torta ó  kuchen ó pie + triángulo de barros jarpa ó ave palta =>un triángulo es una tostada doblada por la mitad). 
Debo reconocer que fue aliviador ver que adentro del restaurante habían creado una sala de juegos para los niños: lo malo es que habían dos mesas a la entrada de la sala y estaba al lado de una estufa Comet y los niños tienden a tocar todo, por lo que decidí continuar en la terraza.
Lo bueno: 
1.-Las bucólicas banquetas como asiento frente a mesas al lado de una fuente de agua, con manteles cuadrillé verde frente a los juegos.
2.-El respeto por la naturaleza se conserva: aún siguen ahí troncos añosos que se reparten entre los juegos y las mesas.
3.-Tienen una oferta para celebrar los cumpleaños a los niños a la antigua: sin camas saltarinas ni juegos electrónicos, por $5.500 por niño que incluye la decoración, bebidas ilimitadas, papitas chips, ramitas, copa helado, hot dog, torta de cuchuflí (o bizcocho) y un regalo para cada niño, ¡y los juegos! Me pareció súper.
3.- La carta de almuerzo es bastante justa en la relación precio /calidad, al igual que los 3 tipos de vino que ofrecen (Carmen, Undurraga y Concha y Toro), pero ¡ojo! si quieren ir a cenar ya que tienen un horario de invierno: jueves y viernes de 15:30 a 21:00 horas y sábados, domingos y festivos atienden de 12:30 a 21:30.
Hänsel y Gretel es un lugar en extremo clásico, al que siempre vengo (y vendré) cuando necesito sentir el amor incondicional de mi abuelo, cuando quiero acordarme de recuerdos felices y eternos; pero les sugiero que renueven y adapten la carta del té a los nuevos gustos; orientar el servicio a nuevos clientes, que signifique siempre una agradable sorpresa para el que va por primera vez y no una atención amable pero sólo exclusiva a los clientes frecuentes.

domingo, 24 de mayo de 2009

Guría, un regalo para la comunidad vasca.

Habíamos buscado otros restaurantes en el centro (todo cerrado) y terminamos por estacionarnos en Don Peyo, pero el destino quiso que estuviera repleto y que el administrador estuviese más pendiente de cobrar las cuentas que asignarnos una mesa; así que... cruzamos la calle, y nos detuvimos frente a una sobria puerta con un letrero de Ballantine's.
Cuando decidimos entrar, nos abrió la puerta el que creo pudo haber sido uno de los 3 hermanos y dueños del lugar. Rubio y con una sonrisa contagiosa nos invitó rápidamente a subir al segundo piso /sector no fumadores y me ofreció de inmediato una silla para mi baby (lo que se agradece).
Después de 3 pequeñas escaleras con sus descansos llegamos a un piso muy bien iluminado, sobrio, sencillo y acogedor.
Las mesas con manteles claros y sobre carpetas, sillas de madera con cuero, muy cómodas.
Nos ofrecieron una mesa esquina al lado de una ventana, y aunque estábamos bajo un parlante, la música estaba OK y el volumen no nos molestó en nada.
Al centro de la mesa había un tríptico que ofrecía vinos por copas (con sus precios) lo que me hizo pensar que era esa la única modalidad ya que después no me ofrecieron la carta de vinos.
El garzón con excelente presencia, vestido de pantalón y mandil negro, fue muy  rápido en la atención y para poder pensar en paz mirando a carta le pedimos que trajera primero el helado de vainilla para Amelia. Ojo señores garzones porque al igual como sucedió esta vez, cada vez que les pido helado para mi hija de 2 años lo traen en una copa laaaaarga y de vidrio, la cual siempre devolveré para que me lo traigan en un envase menor.
La oferta de la carta no era excesivamente  amplia pero sí precisa y muy bien buscada.
 
Javier pidió Osobuco Guría, un plato nuevo que le recomendó el Garzón, y yo con mi clásica dieta pedí Ensalada de Pollo Crocante.
Solicité la carta de vinos (la que sí existía y me trajeron) pero me quedé con la oferta de vino por copas, también me dejé guiar por nuestro servicial mozo y pedí un J.Bouchon Cabernet Sauvignon. 
El Osobuco estaba en cocción a punto (aunque estaba más cocido en una punta que en la otra), tan blanda como para cortar con el tenedor, y guisado en salsa de vino tinto con mix de champiñones y tomate confitados, los que proporcionaban un suave sabor dulce en el paladar. Fue imposible no mezclar esta salsa con el arroz blanco que acompaña a esta novedad en el Guría.
La ensalada era muy grande (al menos, para mí) y tenía lechuga en exceso (de dos tipos: escarola e hidropónica). Extrañé el ajo en este plato pero me devoré el pollo crocante aunque no encontré diferencias entre este pollo y el de otros lugares.
No comimos postres, aunque tampoco nos los ofrecieron, pero sí tomamos café y agua de hierbas. El café (manchado) debía ser expreso y con una gota de leche pero traía adicional sabor a chocolate.
El agüita fue ofrecida en una caja llena de variedades (en sobre) pecó de no traer sacarina pero en cuanto la solicité el garzón me la virtió en la tasa (aunque  hubiese preferido que no lo hiciera y así disponer a mi antojo de ella.)
Toda la carta tenía un origen mediterráneo y se lucía con platos vascos (no hay paella) como los boquerones; ofrecía 5 cervezas internacionales, tragos como la sangría y en postres destaco la leche frita. 
La cuenta no tardó en llegar y grata sorpresa, descuentos por El Mercurio la dejó en poco más de 13 mil pesos lo que nos dejó ampliamente contentos y con muchas ganas de volver.
Da gusto encontrarse con gente amable, servicial y pro activa a la hora de recomendar platos y acomodaciones.
Un lugar muy agradable y la comida deliciosa para compartir en familia ó con los amigos.

domingo, 17 de mayo de 2009

Vendetta, un placer inesperado.

Entré en busca de café intenso; era una tarde de domingo oscura y fría, y necesitaba inyectarme energías para durar hasta la noche.
Luego de entrar a Le Fournil y darme cuenta que vendían Haití, corrí hasta el Vendetta y con nostalgia pude ver que tenían estas agradables estufas en la terraza que ponían en Europa. Todo un must si hubiese ido en plan de puchos pero iba con guagua y marido así que nos fuimos directo al entre piso.
Había olvidado esas sillas agradables de tapiz rojo y, continuando con los aires europeos, en el primer piso habían doce puestos dobles pegados el uno con el otro. Todo agradable, el piso en ajedrez blanco y negro, manteles impecablemente albos con una astuta carpeta de papel couché del mismo color (que cambian después de cada cliente), y un fondo de paredes oscuras con cañerías a la vista en el techo. Teatral.
Los garzones de peinado y lenguaje impecable, vestidos con un mandil blanco y con cara de italianos, correctos, serviciales, y rápidos.
Había ido por un Macchiato pero el olor del lugar me tentaban a otra cosa (y yo que soy la reina de las tentaciones) así que pequé y pedí una copa de vino. Grande fue mi sorpresa cuando escuché que me ofrecían un Cabernet Sauvignon de la Viña Pérez Cruz, lejos uno de los mejores que he probado este último año, así que accedí de inmediato.
La copa no era de cristal, pero sí era de un vidrio grueso que se imponía.
Javier pidió un sandwich de Filete marinado en vino. Yo no como pan, y no soy fanática de la carne, pero ésta tenía el punto exacto de cocción (y eso que ni preguntaron cuál prefería), gozaba de un sabor agridulce pero no perdió nada de su propio sabor, y estaba muy bien acompañada de un tocino frito. 
Cuando miré el precio en la carta (poco más de 5 mil pesos) me pareció caro, pero el sandwich venía en un pan italiano bastante grande, el corte de filete era de al menos 2 centímetros, y venía acompañado de una ostentosa porción de papas fritas (en la carta estaban descritas como papas hilo, pero no lo eran) y un nido de verduras verdes: rúcula, lechuga, alfalfa. Estas últimos podrían parecer innecesarias pero ante tanta carga al hígado créanme que pueden ser un aporte al descanso de las papilas entre carne y papas.
Sin embargo, era mucho. De hecho, por primera vez vi a Javier no terminar un plato.
Yo no podía seguirlo en la gula, algo tengo que cuidarme, así que pedí un ceviche. 
Primero me trajeron un aceite de oliva que no había visto antes, así que leí la etiqueta y además de saber que tenía 147 calorías la porción, pude ver que era originario de Rancagua.
En un vaso pequeño me trajeron jugo de limón natural (se agradece) en abundante cantidad. Pan caliente y mantequilla tibia con orégano.
El ceviche era del tamaño de una taza grande y venía acompañado de un puré de zapallo  en dos lengüetas  del tamaño de un camarón, y choclo (al parecer, peruano, de granos grandes) que venían muy bien cocidos, no demasiado, firmes pero suaves.
¿Ceviche con vino tinto? Estaba exquisito. 
¿El café?  Segafredo Zanetti, Macchiato doble, se agradece.
¿Los baños? Acusaban que a la hora de almuerzo el restaurante había  estado concurrido y no habían repasado el aseo; llevé a mi hija de dos años y había que bajar escaleras (No Invalid Facilities) y estaba con muy mal olor. Al no tener ventilación natural sería buena idea que pusieran un extractor de aire potente y, obvio, que repasen el aseo al menos para vaciar los basureros.